lunes, 1 de julio de 2013

Capítulo 15

La ruleta que comienza a girar.



El crepitar del fuego atornillaba la mente ausente del herrero de Marlenia, que golpeaba de forma mecánica cada una de las piezas que iban pasando por sus manos. Su rostro tenía una mueca de disgusto marcada que no se le había dibujado desde que se casó con su mujer y se trasladaron a vivir a un lugar lejos de sus insoportables suegros, donde abrieron una panadería en la planta superior y una herrería en el sótano, para satisfacción de las ambiciones de ambos y una mayor unidad en la familia.

Por desgracia, no sucedió tal y como imaginaban.
Su impulsiva hija menor, siempre inconformista y con una envidia enfermiza por su hermano, había cruzado el límite del que ni siquiera su viejo padre podría sacarla: había sido detenida por los guidarios, siendo el jefe su propio hermano, y condenada a la muerte junto a un grupo de totales desconocidos.

Los golpes del martillo se intensificaron.
¡Cómo se le ocurrió infringir las leyes que se dictaban en la ciudad! Ah, su Alexia y sus ansias de libertad eran algo con lo que nunca habían podido lidiar, pero siempre había tenido la pequeña esperanza de que un buen día conocería a alguien que fuera capaz de mantenerla atada. Atada...

Pensó en su mujer, la vivaracha panadera, que con el paso de los días había perdido todo el esplendor que la caracterizaba. Su amplia sonrisa se había visto sustituida por un amago agrio que había contagiado al resto de miembros de su casa. Incluso Krauss perdía las energías conforme llegaba a casa cada noche, cada vez más cansado, enfadado y asustado de algo que no podía explicar a sus padres, cuyas preguntas siempre habían sido evadidas con respuestas tan ariscas que costaban creer que pertenecieran a él.
Apartó el hierro del yunque y lo miró con ojos nebulosos.

A su mente le vino rápidamente la imagen de la nueva alcaldesa, la tal Arlene, cuyo manto de rigidez y frialdad se había extendido por la antes alegre ciudad. Dedicaba sus días a organizar redadas y meterse en los asuntos de los guidarios, presionándolos hasta el punto en el que podían tirarse días fuera antes de que volvieran, y había quien no volvía. Llevaba días oyendo llorar a sus vecinos por la muerte de sus dos hijos en el exterior, y si paseabas por la noche por las calles de la ciudad lo más probable era que escucharas los lamentos lastimeros de aquellos que habían sido expulsados de sus hogares por orden de la alcaldesa.
El mundo se estaba volviendo loco.

Dejó el martillo sobre el yunque y arrastró los pies hasta la escalera que llevaba al salón, allá donde su mujer comenzaba a cerrar la tienda. Estaba asomada al cristal de la puerta, viendo pasar a un grupo de guidarios que se dirigían a organizar una redada en una de las calles de la zona. Suspiró, se limpió las manos de harina con su delantal y se giró hacia donde se encontraba él, dando un sobresalto al verle.

—Papá, ¿qué haces ahí plantado? —le regañó ella —. Pareces un fantasma.

Y era cierto. Últimamente se había concentrado tanto en el trabajo que había olvidado necesidades básicas como comer o dormir, que solo realizaba cuando su cuerpo llegaba al límite.

—¿Dónde está Krauss? —quiso saber el padre.

—Aun no ha llegado. Hace un par de horas llegó del exterior y ha tenido que hacer su reporte en el ayuntamiento —la mujer dejó escapar un suspiro —. No le dejan ni respirar.

—Es el jefe guidario —respondió el padre, que se dejó caer en un taburete cercano —. Tiene el deber de vivir para ayudar a los demás.

—No es cierto —murmuró la panadera —. No es cierto.

—¿Qué dices, mujer?

—Digo que esa nueva alcaldesa no está haciendo nada bueno por nuestra ciudad —puso las manos en jarras y se giró hacia su marido, que la observaba con mirada ausente —. Nos tiene encerrados en nuestras propias casas y manda a morir a chiquillos allí afuera, como si no tuviéramos bastante con que el pequeño grupo no haya sido encontrado. Maltratan a los pobres, inmunizan a los ricos...¿qué está pasando con Marlenia? —su voz se quebró, y unas gruesas lágrimas desbordándose por sus mejillas la obligaron a parar.

—Krauss protege a los chicos que puede.  Lo sé, lo conozco. Pero hay algo que se nos escapa de las manos a todos, mamá —el hombre caminó pesadamente hasta donde ella se encontraba y la abrazó por los hombros —. Tenemos que confiar en que Alexia siga viva allá afuera y que Krauss encuentre lo que está buscando.

—Pero, ¿qué busca, papá? ¿Qué hay ahí afuera que merezca tal derramamiento de sangre?

—Pregúntaselo cuando vuelva.

Y como si se hubiera tratado del destino, unos golpes secos se escucharon en la puerta. El rostro de la mujer se contrajo en una expresión de horror, pero el herrero la tranquilizó y se levantó para abrir. Primero miró a través de la cortina que impedía que la gente viera lo que ocurría dentro de la tienda y vio una silueta oscura que parecía cargada de adorno y que, silenciosa y paciente, esperaba a que alguien le abriera la puerta.

Al no tratarse de su hijo se lo pensó por unos instantes. Krauss le había advertido que no debía dejar entrar a nadie en casa si no era él, y aunque le resultaba absurdo tal nivel de proteccionismo sabía que él no decía nada por nada, así que habló a través de la puerta.

—¿Quién es? —su voz sonaba tan quebrada que casi no parecía suya.

No hubo respuesta.
El hombre tragó saliva y volvió a asomarse por el cristal. La figura seguía allí esperando, y daba la sensación de que no se movía ni para respirar. Su mujer corrió hasta el mostrador, de donde cogió un rodillo y se lo entregó a su marido. Luego se alejó hasta las escaleras, donde se sentó y comenzó a rezar en voz baja mientras se balanceaba. Entonces hizo acopio de todo su valor y abrió lentamente la puerta, con el rodillo alzado en una posición de ataque que no tardó en realizar cuando dejó la puerta atrás.

Por desgracia, la sombra se desvaneció y él cayó abruptamente a los adoquines. Se retorció ante el fuerte impacto contra la piedra y la fragilidad de su cuerpo, que parecía haberse caído desde lo alto de una montaña. Intentó recuperar el aliento al tiempo que buscaba con la mirada a la sombra que antes se encontraba en su puerta.

De pronto, un fuerte impulso lo llevó a elevarse del suelo y lo arrastró hasta el interior de la casa.  Contempló horrorizado como su mujer se levantaba de su puesto de la escalera y exclamaba ruegos para que lo soltara, sin éxito alguno hasta que decidió estamparlo contra el puesto de la panadería.
Entonces miró a su atacante.

—Ha pasado mucho tiempo, futuro consuegro —la mística voz de la exótica mujer de cabello oscuro, la encantadora de animales del único circo de Marlenia —, pero no tanto en un futuro próximo.

—¿Dana? —gimoteó el herrero, comprobando que no se había hecho daño en la cabeza —. ¿A qué viene tanta violencia?

—Si hubiéramos tardado medio segundo más los guidarios hubieran vuelto de la redada —un corto silencio hizo más misteriosas sus palabras —. La sangre hubiera bañado tu puerta.

—Claro, y no quieres eso para ti.

—No quiero eso para los guidarios.

Otro silencio los envolvió.
La panadera, que también la había identificado, no tardó en dar grandes zancadas y cerrar la puerta con una expresión severa.

—¡Otra vez tú! —gruñó la mujer —. ¡Tú y tus brujerías! ¿Crees que mi pequeña Alexia se iba a conformar con un hombrecito de circo que hable como tú? Se nota que no conoces a mi niña.
Dana sonrió de lado y ayudó al hombre a levantarse. Luego observó a la mujer y le dedicó una mirada amable.

—Nadie diría que nuestra amistad es cierta si nos vieran cada vez que hablamos.

El apretado rostro de la mujer se relajó al instante.

—También tienes razón. Pero no me gusta que digas esas cosas, esos niños tienen derecho a elegir —se quejó la mujer mientras se acercaba a la cocina tras la tienda —. ¿Te puedo ofrecer algo, querida?

—Tus bollos de leche han estado estupendos hoy —sonrió la domadora. Cuando la esposa se alejó a la cocina el herrero, aun dolorido por el fuerte golpe que le había propiciado, la invitó a sentarse en las sillas que tenían a la derecha de la entrada, donde antes había compartido desayunos, almuerzos y cenas con sus hijos ausentes. Una punzada de dolor llegó hasta su pecho, pero no se hizo patente en su rostro demacrado.

Dana se sentó y él no esperó a hacerlo para comenzar a hablar.

—Mi querida Dana, hacía muchos años que no te oía hablar de esa forma.

—Mi videncia había sido sellada hace siglos por razones obvias —se revolvió en su asiento y evitó su mirada, concentrándola en una de las esquinas de la mesa —. Pero él...se ha visto obligado a devolvérmela.

—O ha muerto —añadió el herrero.

—No es así —respondió ella con calma —, o no del todo.

—Lo suponía, pero a veces prefiero que ese bastardo de Jegrand siga muerto —el hombre escondió la cara entre los dedos. Ahora parecía más agotado que nunca.

—Todos los hombres y mujeres viven, querido amigo, siempre y cuando dejen un retazo de ellos en el mundo.

—He oído eso miles de veces en el pasado, y me lo he repetido noche tras noche... —su rostro compungido se alzó de pronto —. Pero no me devolverá a mis hijos, Dana, y tampoco al tuyo.

—El destino siempre sabe lo que hace.

—Del destino nos reímos todos hace mucho.

La panadera salió de la cocina con cuatro bollos de leche de un aspecto delicioso. Cruzó la entrada y le ofreció el plato a Dana, que tomó uno y lo mordisqueó ampliamente.

—También es cierto, y es hora de que lo arreglemos —busco entre sus ropas hasta que sacó un trozo de papel y lo extendió sobre la mesa —. Este símbolo escapa a mi visión, pero sé que lo tenéis vosotros desde aquella vez. ¿Podríais entregármelo?

La pareja se miró entre sí con preocupación, lo cual llamó la atención de Dana, que los escrudiñó con la mirada hasta que la panadera suspiró en un gesto obvio de derrota. Se secó el sudor de las manos en el delantal de trabajo que se había puesto para preparar los bollos, suspiró y rió sin ganas justo antes de responderle.

—Yo...bueno... —soltó otra risotada seca —...la verdad es que no hacía nada en el sótano, y como era muy bonito... —colocó uno de sus mechones tras la oreja —...se lo regalé a mi Alexia.

—¿¡QUÉ!? —el grito de Dana resonó en la habitación como la furia de una bestia —. ¿¡CÓMO HAS PODIDO!?

El hombre tembló ante ese cambio tan brusco, pero su mujer no se echó atrás.

—¡Era una baratija que no podía hacer daño según tú! —exclamó, poniendo los brazos en jarras —. ¡Y ahora me vienes con esas, como si no hubieras tenido tiempo para comprobar si de verdad había peligro!

—¡ESCAPA A MI VISIÓN, CHALADA! —rugió Dana —. ¿¡ES QUE AUN NO TE HAS DADO CUENTA!?

—¡Basta! —gruñó el herrero, callando a las dos mujeres —. El amuleto está fuera y esa cosa también. No lo arreglaréis gritándoos una a la otra.

—Oh, mis queridos amigos —gimoteó la madre de Arthur, llevándose sus manos temblorosas a la cara —. Nuestros niños ahí afuera, y esa loca de Arlene en el poder...¿qué vamos a hacer?

—Lo de siempre, Dana —sollozó la panadera, uniéndose a sus lágrimas —. Esperar a que el destino lo ponga todo en orden.









—Maldigo al destino y al chihuahua gigante que está haciendo guardia —gruñó Alexia mientras veía al perro con armadura pasear por las puertas que llevaban a la prisión —. Y tú, Stella, ¿podrías dejar de echarte sobre mi?

—Claro —murmuró la rubia, clavando aun más sus codos sobre los omoplatos de Alexia —. ¿Está bien así?

—Cuando me levante, te voy a matar.

—Por favor, silencio —susurró Arthur, colocándose un dedo sobre la boca. Les habían dicho que Tyler y Sho habían corrido hasta la prisión donde supuestamente iban a devorarle —. No hay movimiento. ¿Creéis que los habrán atrapado?

—Tyler no es de esos —Alexia le lanzó una mirada fugaz y Stella carraspeó tras hablar, fijando su atención hacia otro lado —. El falso líder solo sabe dar problemas cuando lo que debería es ordenarnos, pero tampoco podemos esperar mucho de él.

—Como sea, tenemos que meternos ahí dentro y sacarlos —dijo Arthur —. Alexia, ¿podrías encontrar alguna forma de distraer al guardia? Eres la más lenta de los tres y podrías estar en peligro ahí adentro.

—C-claro, ¡será pan comido! —balbuceó la muchacha, levantándose de pronto y llevando a Stella unos metros atrás a causa del impulso.

Se dispuso a caminar hacia adelante cuando apareció un loro corriendo hacia donde se encontraba su compañero, que lo miró perplejo.

—¿Qué ocurre, camarada? —le preguntó el chihuahua.

—¡Horrible, compañero! El prisionero ha... —pero no le dio tiempo de terminar la frase, pues el fuerte golpe de una patada lo impulsó hasta el suelo. Su compañero alzó el lanza que cargaba hacia el sujeto que se encontraba sobre el loro, pero el escalofriante frío del acero lo dejó congelado.

—Baja el arma —ordenó una voz en la oscuridad. El chihuahua obedeció rápidamente, temblando, pero quedó inconsciente tras el sonido de un fuerte golpe procedente de la penumbra. Alexia retrocedió hasta donde se encontraba Arthur, que se puso en guardia unos momentos hasta que reconoció a quien estaba sobre el loro.

—¡Sho! —exclamó el acróbata, corriendo hacia donde estaba —. ¡Habéis escapado! ¿Dónde está Tyler?

Éste no tardó en salir de las sombras con una sonrisa satisfecha, seguido del hombre al que habían confundido con él. Parecía cansado por una intensa carrera y, por su expresión de asco, a disgusto con la compañía a la que habían llegado.

—¿Quién es este tipo? —preguntó Alexia, tan a disgusto como él.

—Un... —la verdad es que Tyler no sabía cómo catalogarlo —...tiene información muy importante.

—Cosas sobre el libro muy importantes, señorita —añadió Sho.

—Entonces está bien que venga con nosotros —afirmó Arthur —. ¿Estás bien?

Pero el hombre que tanto se parecía a él no respondió. Como si el chico hubiera atado su boca, no separó los labios ni un solo momento, ni siquiera cuando le dirigía miradas intermitentes que tanto llevaban escrito en ellas.

—Qué amable —gruñó Alexia —. Bueno, vámonos. Stella debe estar esperándonos atrás.

El grupo, dirigido por la chica de cabello largo, caminó en dirección al lugar de donde habían salido con la esperanza de encontrar a Stella escondida allí.
Sin embargo, estaba vacío.
Al principio se miraron confusos, clavando sus ojos en Alexia, que les respondía a todos con una negación incrédula. Por la expresión angustiada de su rostro era fácil deducir que ella se encontraba tan extrañada como los chicos, incluido el propio Arthur, que había estado en la escena también cuando se habían cruzado.

—¿Adónde ha ido? —preguntó por fin Sho.

—Yo... —Tyler enarcó las cejas al ver por primera vez una respuesta tan asustadiza por parte de Alexia —...no lo entiendo. Ella estaba con nosotros hace nada.

—¿La habrán secuestrado? —preguntó Arthur, llevándose una mano al mentón.

Entonces, una risa seca resonó entre las preguntas intermitentes. Todos alzaron los rostros y vieron que el misterioso hombre que tanto se parecía a su compañero se divertía a su costa, con una sonrisa cínica dedicada a cada uno de los presentes.

—¿De qué te ríes, estúpido? —le interpeló Alexia, llevando una de sus manos a su estoque —. Porque si te parece divertido que hayamos perdido a una de las nuestras, podemos comprobar si te ríes más con una oreja menos.

—Idiotas —se limitó a decir el amenazado, encogiéndose de hombros con torpeza.

—Hijo de...

—Basta, Alexia —dijo Tyler, alzando una mano en su dirección. El hombre sonrió triunfante y la muchacha, sintiéndose sometida por las circunstancias y la preocupación de sus compañeros, apartó la mano del arma con un chasquido de lengua y se alejó lo máximo posible de aquel individuo tan insoportable, quedándose a espaldas del grupo. Nadie lo mencionó, pero su rostro estaba contraído por la rabia y sus dedos temblaban a causa de la furia que le provocaba haber perdido de vista a su compañera.
Entonces escuchó un fuerte sonido seco tan cerca suyo que el instinto la obligó a girarse para encontrar que Tyler había desplomado al hombre y se encontraba sentado encima suya, sujetándole del cuello de la camisa con una violencia abrumadora.
Y aun así, sonreía amablemente.

—Creo que no hemos hablado como es debido —la voz del chico estaba falsamente endulzada, lo que le hacía parecer aun más violento —. Nuestra compañera de viaje y amiga, Stella, se ha perdido por algún lado y tengo la pequeña sensación de que sabes hacia dónde se ha dirigido —lo alzó del suelo y lo golpeó contra el mismo —. ¿Te importaría decirnos dónde está Stella para que podamos seguir nuestro camino?

El hombre parecía tan asombrado como el resto de miembros del grupo, que miraban atónitos a Tyler mientras mantenía su posición amenazadora. Sho tragó saliva y se acercó con cautela, evitando trastocar los nervios del mendigo más de lo que ya parecían estar.

—Ella no es tu amiga Stella —reveló con voz ronca —, aunque pertenece a la familia Arellanes. Su nombre es Hesper, y hace años la sacaron del corredor de la muerte en Marlenia para trabajar para ellos. Y eso no es todo...

—¿Qué? —preguntó Tyler, ansioso.

—Es la maldita hermana gemela de esa chica, por lo que sugirió ocupar su lugar para robaros el libro.

—¿Cómo...?

—Digo que si no os dais prisa vais a perder la única pista que os puede salvar. ¿Sois retrasados o es que os gusta que os peguen?

—Mierda —farfulló Arthur —. Mierda, ¡mierda!

El acróbata echó a correr hacia el único camino que había libre, observando atónito la enorme confusión que se había formado con la fuga del prisionero. Los cambiantes corrían de un lado a otro hablando en su emperifollado idioma y gimoteando palabras que no tenía tiempo para comprender. Acabó en un espacio de tierra lo suficientemente grande como para poder ver los caminos que llevaban a la superficie, y entre ellos a una mujer de cabello dorado que ascendía por ellos con bastante diferencia de distancia si seguías el mismo camino.

Por suerte, Arthur tenía una ventaja que no poseía las personas normales. Sacó la daga de su cinturón y lo sujetó a la inversa. Luego echó a correr a través de la multitud, esquivando con una agilidad asombrosa a los animales alborotados, saltando por encima de uno justo antes de inclinarse para coger carrera, realizar un spring y...saltar.
A pesar del gran salto que Arthur había dado hacia una enorme estalagmita, la distancia era demasiado grande como para poder llegar, o eso pensaba Arthur cuando sentía que sus dedos no llegaban al final y la gravedad hacía su trabajo con él, llevándolo cada vez más y más hacia el abismo. El negro cada vez estaba más cerca, y con ello, la muerte.

—¡No! —gritó con un último esfuerzo, inclinándose hacia delante y alzando la daga hasta que el roce creó chispas y, al poco, se clavó fuertemente en la piedra. Se quedó balanceándose durante unos segundos mientras intentaba llevar el corazón de su garganta a su pecho, luego rió y miró hacia arriba, donde podía ver a Stella, o Hesper, a mucha menos distancia que antes —. Vamos, esto es como el teatro. Concéntrate.

Así, comenzó a escalar con ayuda de su daga hacia los pisos superiores. Hesper, por su parte, cogió una de las estanterías incrustadas en las paredes y lanzó los libros hacia el abismo con intención de que él se cayera, pero por suerte lo esquivó y pudo seguir subiendo. Entonces apareció fuego de los pisos inferiores, y la fuente de conocimiento que tan bien habían preservado los cambiantes fue desmoronándose con las acciones de la chica y las llamas que la seguían. Todo se estaba yendo al carajo.

Por suerte, Arthur pudo llegar a estar apenas a unos metros de ella, y entonces volvió al camino principal, donde pudo verla con el libro en la mano y los encapuchados a su lado. Ésta lo mantenía alzado en su dirección, esperando a que lo recogieran con una calma asombrosa.

—¡Stell...! Quiero decir, ¡Hesper!

La chica reaccionó al instante, se giró lentamente hacia donde estaba él solo para dejarle boquiabierto por el asombroso parecido que tenían. Realmente eran gemelas.

—Aquella vez en la torre fuisteis igual de estúpidos —comenzó ella —. Por suerte ese calzonazos de la lanza se calló y me permitió llegar hasta aquí.

—¿Tyler? —eso lo confundió un poco, pero no quiso hacerse más preguntas —. ¡Devolvednos el libro!

—Ven a por él.

Arthur iba a tomar su palabra en serio cuando un fuerte chirrido familiar comenzó a hacerse cada vez más fuerte. Hesper se sorprendió, y los encapuchados parecían más tensos que de costumbre cuando vieron acercarse una moto de carreras a trompicones por el camino principal. Gracias a ese escándalo no vio venir al acróbata, que le dio un codazo en el hombro que hizo que dejara caer el libro, y ellos al suelo. Arthur reaccionó rápido y se arrastró por el suelo para llegar al objeto, pero Hesper lo agarró por los tobillos y lo empujó hacia atrás, subiéndose sobre él y clavando sus rodillas para evitar que hiciera más movimientos, pero él estaba demasiado acostumbrado a cargar con presiones en sus músculos y pudo levantarse, tirándola hacia atrás y quedando él de rodillas. Los encapuchados no reaccionaba, aunque notaba que uno de ellos disfrutaba con la disputa que mantenían, pero no sabría decir cómo lo sabía.

Finalmente el vehículo llegó hasta donde ellos se encontraban, conducido por Alexia, con Sho detrás, seguido del hombre —que ahora se encontraba atado — y finalmente por Tyler, que no esperó a que frenara para bajar del vehículo, armado.

—¡Vosotros! —exclamó, lanza al frente —. ¡No hacéis más que crear problemas allá por donde vais!

—Así es —musitó uno de ellos, el aparente líder, que dio un paso al frente —, nosotros creamos problemas y vosotros lo solucionáis como auténticos héroes.

—Halagarme no te va a salvar, ¿¡dónde está Stella!?

—¿Te refieres a la hermana de nuestra Hesper? —el encapuchado ladeó la cabeza y pudo distinguir una sonrisa entre las sombras —. No lo sé. Ella nunca me cuenta qué es lo que hace con sus víctimas, aunque no es de las que suele dejar huella.

Un escalofrío recorrió la espalda de Tyler, que miró hacia Arthur y la chica rubia, que continuaban forcejeando con la esperanza de llegar hasta el libro. El líder se acercó lentamente, pasó a la pareja y lo cogió con una calma asombrosa, como si no esperara que nadie le atacara. De hecho, ni siquiera él movió un dedo para detenerle. El hombre lo abrió y buscó en el mismo tranquilamente hasta que se paró en una página.

—Dice así la profecía —comenzó —. Cinco héroes fueron, cinco serán, pues el destino los hace uno.

Tyler no esperó a que continuara, y alzó la lanza en su contra. Él no reaccionó.

—La curiosidad los habrá arrullado y la sangre les habrá dado calor.

El encapuchado giró sobre sus pies y esquivó con facilidad la lanza del chico, que alzó su katana para realizar un corte horizontal.

—La curiosidad los habrá arrullado y la sangre les habrá dado calor.

El desconocido volvió a esquivarles, quedando a poca distancia de Arthur, que ahora tenía a Hesper sobre él retorciéndole el cuello.

—¡Cruzarán los ríos de la verdad y gritarán por su sino maldito!

Tyler atacó de nuevo con la katana. El resto del grupo salió de la moto y arrastraron al hombre atado hasta una roca, donde lo inmovilizaron para ir a ayudar.

—¡Y por ellos caerán los sabios, los estudiosos y los filósofos bajo el fuego redentor!

Tyler sabía de alguna forma que su nuevo ataque iba a fallar.

—El luminiscente faro tornará hacia Vasylia, que recibirá en su seno al destino...

Pero no falló.
Y no fue porque él no le hubiera podido esquivar con facilidad, sino porque se encontraba inmovilizado por otra persona que no esperaba.
Una brillante cabellera rubia que centelleaba tras la enorme espada del encapuchado herido.

—¡Stella! —exclamó Tyler.

—¡Coge el libro! —chilló la chica. Él obedeció y se lo quitó al hombre de sus brazos, dejándole arrodillarse y cubrir su herida para desvelar a su amiga, que se encontraba atrás con una sonrisa maligna —. Lleváoslo en la moto, puede ser útil. ¡Vamos!

—Los ojos verán —musitaba el hombre —, los oídos escucharan —seguía él mientras lo cogían de los hombros —, los sabores catarán, los olores olerán. Oh, Tyler... —cuando éste iba a arrastrarlo hacia el vehículo el hombre lo tumbó con un movimiento ligero. El fuerte sonido de la piedra chocándose con la piel del chico resonó en toda la estructura —...el tacto tocará.

—¡Tyler! —gritó Arthur, pero no se echó sobre ellos, como si una pared invisible le impidiera acercarse.

—Si te consuela, volveremos a vernos —musitó el desconocido —. Confío en el destino.

Tras eso, el encapuchado se levantó del suelo y volvió a su grupo, donde se incluía el hombre que anteriormente habían salvado de la cárcel. Éste se despidió con un gesto, y cuando Tyler pestañeó ya habían desaparecido.
En su lugar, solo quedaba un único camino despejado que parecía haber sido creado para que ellos lo siguieran, y el libro entre sus brazos.

—¿Chicos? —preguntó Tyler, buscando a sus compañeros.

—¡Estamos bien! —escuchó gritar a Alexia, que se encontraba junto a Arthur.

—¡No, no estamos bien! —gritó Sho.

Cuando Tyler se giró pudo ver como el chico de alta alcurnia tenía entre sus brazos a la chica de cabello rubio, que se sujetaba con fuerza el costado izquierdo, del cual salía una ingente cantidad de sangre que había manchado gran parte de su ropa. No tuvo que pensar mucho para reconocer que era una herida de espada. Su katana. Comenzó a sentir vértigo.

—No podemos tratarla aquí —comenzó Arthur —.Debemos salir.

Sin pensárselo dos veces, Sho ayudó a Stella a que se apoyara en él  y caminaron hacia la salida. Arthur los siguió, y Alexia protegió la retaguardia junto a Tyler.

—Oye —dijo él —. ¿Dónde está Hesper?

—No hay Hesper —respondió ella.

—¿Qué quieres decir?

—Mejor pregúntale a Stella cuando salgamos. Si es que salimos... —Alexia negó con la cabeza bruscamente —. ¡Vámonos!

Y echaron a correr hacia la salida, con más dudas que con las que llegaron allí y la duda de si las respuestas se encontraban en sus manos, pues aunque tenían el libro de "La Dama de Blanco" ellos sentían que el extraño viaje en el que se habían visto envueltos no hacía más que comenzar.

lunes, 25 de febrero de 2013

Capítulo 14

El perdedor


El lagarto-comentarista no podía en sí de gozo. El emocionante final de la carrera había podido con sus nervios, y en pleno éxtasis de adrenalina, que llevaba acumulando todo aquel tiempo, vociferó el resultado final:

—¡¡Y NUESTRA NUEVA COMPETIDORA SE HACE CON LA CARRERA! ¡ARELLANES GANA! —sin duda, aquellos gritos le garantizarían una voz ronca al día siguiente—. ¡Vaya adelantamiento de última hora! ¡Varias veces me he quedado sin aliento, señores! ¡Creo que mi médico va a frotarse las manos con la factura del chequeo de corazón que me espera!

Sin embargo, pocos escuchaban ya al lagarto, puesto que los espectadores celebraban el fin de la carrera. A algunos les emocionó el resultado, mientras otros se mostraron claramente enfadados de que su favorito no hubiese salido vencedor.

Entre el público. Tyler y Sho intercambiaron una mirada de complicidad, antes de chocar las manos, alegres de que todo hubiese salido bien y de poder, por fin, respirar con alivio. Sin embargo, pronto se dieron cuenta del gesto tan impropio de ellos, y no hicieron falta palabras para acordar que no mencionarían nunca ese arrebato frente a los demás.

—La victoria de nuestra encantadora Stella estaba clara desde el principio. Y la segunda posición de nuestra otra dama —comentó Sho.

—Aún no me puedo creer que haya salido todo bien —volvió a suspirar Tyler—. Sobre todo con la actitud de Stella y la aparición de los encapuchados… ¿Serán los mismos de la última vez?

La incógnita quedó en el aire, porque el comentarista continuó con su función.

—¡Menuda sorpresa, señoras y señores! ¡Ha sido una de las ediciones de Corpore Sano más emocionantes que haya vivido! —puesto que ninguno de los muchachos había estado en otra anterior, no sabrían decir si era verídica la información o sólo otra muestra más de la entusiasta actitud de éste—. ¡Apaguen sus motores, competidores! La carrera por fin ha concluido, y todos los corredores han cruzado la línea de meta. ¡Sí, incluso con ese accidente de última hora! Parece que ninguno ha sufrido daños, no se preocupen —una completa pena—. Y señores oyentes… ¡Contengan el aliento! No sé ustedes, ¡pero mi frío corazón aún va a cien por hora!

A Tyler, no obstante, se le paró. Después de la fugaz alegría por haber conseguido el libro, recordó que aún quedaba el misterio realmente aterrador por desvelar. Y tuvo un mal presentimiento.

—Los corredores están bajando de sus vehículos para ocupar el podio. Los demás tendrán que mirar a los victoriosos desde lo bajo. ¡Qué lástima! ¡Otro año será! Salvo para el desafortunado que ha quedado en último lugar. ¡Me parece que ha aprendido la valiosa lección de que esta no es una carrera que se pueda tomar a la ligera! ¡Más suerte la próxima vez! —le animó el comentarista, para luego añadir en voz más baja—... si la hay, Arthur Lauper.

Sho y Tyler volvieron a intercambiar otra mirada, pero esta vez de pánico. La peor de sus previsiones se había cumplido, y Arthur había perdido. Lo que significaba que aquellos malditos carnívoros ya estarían relamiéndose pensando en el jugoso bocado que sería.

—¡Ha sido un adelantamiento emocionante, caballeros! ¡Podréis disfrutarlo en vivo en cuanto tengamos listas las grabaciones de la carrera! Pero ahora, ¡centrémonos en la entrega de premios!

—¡Aprisa, Tyler! —exclamó Sho, puesto que éste se había quedado anclado en la tierra.

Se hicieron hueco entre la multitud, que escuchaba con atención los momentos finales del evento, en dirección a la pista, hacia donde se habían dirigido sus tres amigos para competir. Al llegar, tuvieron que frenarse, porque estaba llena de espectadores que se habían adelantado para asistir a la entrega del premio. Alexia se hallaba junto al resto de competidores, subida al podio, sobre el cual se situaba también Stella, en lo más alto; y el encapuchado, en el lado opuesto. Al verlos, les señaló con urgencia a su izquierda, por donde dos roedores, similares a Fervín, se llevaban al desafortunado tras una puerta.

Alexia no podía moverse de allí. Si lo hacía, interrumpiría la entrega y enseguida se darían cuenta de lo que pretendía hacer. Además, mientras Stella no tuviese en sus manos el libro, no podían huir.

Los chicos, entendiendo esto, siguieron a los guardias a través de la puerta, dejándolas a ambos solas. Por suerte, nadie se fijó en ellos, porque los mecánicos comenzaban a inundar el resto de la pista para revisar los vehículos.

Mientras Tyler y Sho se marchaban a rescatar a Arthur, se les pidió a los ganadores que posaran para hacer una foto al grupo, y pese a las reticencias, Alexia accedió para disimular. Tardaron poco tiempo, pero en todo éste, Stella no dejó en ningún momento de estar exuberante. Se bajó de su puesto para recibir el premio del propio Stuart, que le entregó el libro mientras decía unas bonitas y bien decoradas palabras sobre la emocionante edición de Corpore Sano, las falsas razones por las que se celebraba y los valores que pretendía enseñar.

Alexia, quieta junto al resto de corredores, sabiendo que tenía que guardar la compostura, no cabía en sí de rabia. ¿Cómo podían ser tan maquiavélicos? ¡Pensaban comerse a Arthur! La carrera sólo existía para su propio beneficio. Eran seres realmente aborrecibles.

Y... ¿qué demonios pasaba con Stella? Sonreía. Y con bastante alegría. ¿Acaso no se había dado cuenta aún de la situación por la que pasaban? En cuestión de minutos, tendrían que escapar de Lum, al menos, si querían que Arthur viviera. Por otro lado, Alexia observó otra peculiaridad de Stella, que sujetando con fuerza el libro contra su pecho, cualquiera diría que era un tesoro más importante que la victoria. Entrecerró los ojos. Algo no encajaba.

Entonces, Alexia se sobresaltó. Alguien había posado una mano de improvisto en su hombro, desde atrás, asustándola. Al volverse con rapidez, casi por acto reflejo para defenderse, le vio.

Uno de los encapuchados.



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Tyler y Sho siguieron, a una distancia de seguridad, a los roedores. Avanzaban más deprisa de lo que creían, y en un par de ocasiones les perdieron de vista entre los cortos y miles de pasillos que atravesaban. Finalmente, llegaron hasta una puerta de madera, pequeña, y por la que empujaron al preso, sujetándole incluso la cabeza para que no intentase escapar.

Uno de ellos cerró la verja tras de sí. Por lo tanto, cuando Tyler y Sho llegaron, se encontraron ante un obstáculo insalvable.

—¿Cómo la rompemos? —preguntó Sho.

Tyler observó con cuidado la cerradura, así como los barrotes. Pero era inútil. Ninguno de los dos tenía conocimientos para quitar el cierre. Ni mucho menos, suficiente fuerza para reventarla.

Sin embargo, no haría falta. Escucharon ruidos cercanos desde el otro lado, y tuvieron la suficiente discreción como para pegarse a la pared. Ambos roedores salieron, comentando lo fuerte que era el saltimbanqui de aquella vez. Pero debido a su visión lateral, descubrieron de inmediato a Tyler y Sho. La suerte volvió a jugar a su favor, y la sorpresa por el ataque imprevisto les pilló con la guardia baja. Aprovechando esos segundos, Tyler desenfundó su lanza y noqueó a uno con el extremo; mientras, Sho prefirió hacer uso de la espada para desarmarle y golpearle de lleno con un delicado movimiento de esgrima.

A ninguno de los roedores le dio tiempo a defenderse, y poco después estaban ambos inconscientes en el suelo.

—Supongo que de todas formas nos convertiremos en fugitivos en cuanto liberemos a Arthur —sonrió Tyler.

Tyler rebuscó en sus bolsillos hasta dar con un manojo de llaves que, esperaban, fueran las de la celda donde hubiesen encerrado a Arthur. Recogieron los cuerpos de los roedores y los bajaron con ellos por las escaleras que había más adelante y que, seguramente, llevasen hasta las mazmorras, con el fin de no llamar demasiado la atención dejándolos allí.

Al contrario de lo que cualquiera esperaría, el sótano no era un lugar lúgubre, construido cual cueva en las profundidades de la tierra y alumbrado únicamente por antorchas que, misteriosamente, siempre prendían. Qué va. Las paredes eran blancas, lisas y daban la impresión de pertenecer a un centro sanitario antes que a una prisión.

A lo largo del pasillo se situaban en cada lado varias puertas de metal, las celdas de los prisioneros, que apenas tenían una ventanilla con rejas a través de la cual se podía observar al recluso. Había ocho en total, por lo que se hacía un lugar algo pequeño de lo que también se cabría de esperar.

—¿Arthur? —musitó Tyler, sin saber dónde buscar.

Sólo desde una de ellas les llegó respuesta. No obstante, no precisamente a la pregunta de Tyler, sino que susurraba para sí maldiciones e improperios, por lo que probablemente no los había escuchado. Los chicos no le habrían prestado atención, si no fuera porque vociferaba cosas muy interesantes. Y también porque Arthur no contestó.

—¡Mierda! ¡Joder! ¡Cago en la puta! —malhablaba la voz—. ¡Esto no tenía que salir así! ¡Maldita rubia! Ya les dije que no era bueno en las carreras. ¡Y prometieron que otro sería el último! ¡Traidores!

—¿Arthur? —probó esta vez Sho, acercándose a la celda de la que procedía.

Dentro, un hombre algo más mayor que su amigo, de unos cuarenta años, les devolvió la mirada. Era bastante parecido a Arthur, pero también claramente más viejo. En cualquier caso, se habían equivocado de persona.

—Casi —le respondió, con ironía—. Pero yo soy mucho más guapo.

Lo cual era bastante discutible.

—¿Dónde está Arthur? —intervino entonces Tyler.

—Aquí no, idiota. ¿Es que no lo ves?

Tyler, como es natural, no le creyó. Ignoró al preso, pensando que les estaba tomando el pelo, y buscó por otras celdas.

—¡Arthur! ¿Me oyes?

—¿Cómo es posible? —se sorprendió Sho, sin dejar de mirar al recluso al darle vueltas a sus palabras—. Dijeron que el señorito Arthur perdió la carrera...

—Sí, y Arthur perdió la carrera. ¿Aún no te has dado cuenta de que tu jodido amigo está sano y salvo? ¡Fui yo quien quedó en último lugar! 

—¿Intentas hacernos creer que participaste como “Arthur”? —Sho abrió los ojos como platos.

—¡No le hagas caso, Sho! —le advirtió Tyler, que había terminado de registrar todo sin encontrar al muchacho—. ¿Por qué iban a querer sustituir a Arthur en la competición? No tiene ni pies ni cabeza. Y tú —le advirtió— no tenemos mucho tiempo hasta que alguien se dé cuenta de lo que pasa. Has visto a los guardias pasar con él, ¿verdad? Dinos adónde se lo han llevado.

—¡Qué no hay nadie más aquí, atontado! Estamos sólo nosotros tres —el hombre arrugó la nariz. Parecía que le desagradaba bastante la idea—. No hay pasadizos secretos, ni puertas ocultas. Esos bichos me han traído a mí.

No era tan descabellado. Ninguno de los dos había visto bien a Arthur entre los roedores, sino que se limitaron a seguirlos como pudieron. La forma y el color del pelo, tan parecidos en el auténtico y el impostor, les había engañado.

—No lo entiendo... —reconoció Tyler.

—Que os la han jugado, chaval. Del mismo modo que me la han jugado a mí. Malditos todos ellos.

—¿Entonces Arthur no ha corrido? —preguntó Sho.

—Oh, sí lo ha hecho, pero de su parte.

—Explícate.

En esta ocasión, el hombre se lo pensó más antes de contestar, como si meditara sobre la información de la que disponía, mientras se acercaba más a la ventanilla a través de la que se comunicaba con los chicos.

—Mmm... No, me parece que no. En unas horas, a mí me comerán y vosotros, con suerte, podréis continuar vuestro camino. No quiero tener que preocuparme durante mis últimos momentos que ellos vengan a por mí antes para rematarme. Y seguro que lo hacen de una forma más horrible que esos Cambiantes.

Sho suspiró.

—Hagamos un trato, señor. Nosotros le sacamos de aquí y usted nos cuenta todo lo que sepa.

—Admito que no me agrada tener que ocupar la posición de vuestro compañero —meditó el hombre, como si la propuesta de Sho no fuera algo en lo que ya había pensado, sino como un favor que les hacía.

—¿La posición de nuestro compañero? —ambos intercambiaron una mirada—. ¿Te refieres a Arthur? ¿Por qué dices eso?

—Primero el trato, pelmazo. No quiero pasar ni un minuto más aquí. Sácame y te responderé.

—No —respondió tajantemente Sho—. Si Arthur no está aquí, sólo tenemos que buscarle. Nos marcharemos y, como bien dice, “continuaremos nuestro camino”. Me parece que es usted quién no está en posición de negociar.

El hombre refunfuñó, pero acabó por esbozar una sonrisa ante la sagacidad del señorito.

—¿Tengo vuestra palabra de que me sacaréis de aquí, no? —ambos asintieron, y Tyler le enseñó las llaves que había quitado a los guardias—. Tampoco es que me fuerais a decir que no hasta que sepáis lo que queréis. Está bien, os lo contaré.
»Cuando ocurrió el accidente, mi jefe me ordenó descubrirme. Estábamos en los últimos segundos de la carrera, y no entendí la razón de su orden, pero me limité a cumplirla. Entonces, me embistió. ¡El muy cerdo me embistió! Mi vehículo cruzó la línea de meta aún descontrolado, y al minuto siguiente esos dos encantos —apuntó con la cabeza a los guardias inconscientes—. Me agarraron y me trajeron aquí. Como “Arthur Lauper”.

—Pero, ¿nadie se dio cuenta de que no eres Arthur? ¿El comentarista no se fijó? —inquirió Tyler.

—¿Tú qué crees? —enarcó una ceja—. Sea lo que sea lo que tienen preparado ellos, me parece que ya no les soy de utilidad.

—¿Quiénes son ellos? ¿Los encapuchados?

—Correcto. Vuestros mejores amigos a partir de ahora. A menos de que queráis venganza por lo que os hicieron —al ver las caras de sorpresa de los muchachos, se rió—. ¡No me digáis que ni siquiera os lo imagináis! Lo planearon todo. T-O-D-O. Son los responsables de que no seáis más que unos pobres vagabundos. Marlenia nunca más os recibirá por su culpa.

Tyler y Sho estaban impresionando. ¿Qué verdad era aquella? ¿Significaba que esos encapuchados habían hilado desde las sombras su expulsión de Marlenia? Y tenían, precisamente delante, a uno de ellos.

—¿Por qué ibais a querer que nos marcháramos de Marlenia? —preguntó Tyler, aún alucinado.

—Quién sabe —se encogió de hombros—. Sólo soy quien obedece las órdenes. Me uní a ellos porque… Bueno, eso es personal. Ni siquiera por librarme de un cazo de agua hirviendo os lo diría. Pero por algo más picante…

—Esto es más importante —le interrumpió Sho, antes de que se fuera por las ramas—. Debe de acabar de contarnos todo lo que sepa, señor. A ninguno de los tres nos gustaría que nos cazaran durante esta agradable conversación.

—Mmm… ¿Qué más querréis saber…? —meditó un momento antes de dar con la información oportuna—. Puesto que habéis participado en la carrera, tendréis curiosidad por Vasylia. O, como la llaman en el libro, la dama de Blanco.

—¿Sabe quién es?

—Por las historias que me han contado sobre ella —explicó—. No he tenido la suerte de leer el libro. Parece que la mujer es un vestigio de un alma de exquisita pureza que fue hace mucho tiempo devorada por un monstruo. Tal vez lo hayáis visto, porque cuando salisteis de Marlenia, estaba por los alrededores.

Y, en efecto, lo recordaron. Esa sombra aterradora, antes de llegar al cartel de Sunaly, que apareció y desapareció, dejándoles para siempre con el recuerdo de los peligros del exterior, sobre los cuales tanto les habían advertido, y de los que ya no les amparaba la protectora muralla de su tierra natal.

—¡Ahora lo recuerdo! —saltó Tyler, haciendo memoria—. ¡Había oído ese nombre antes! Jegrand me lo contó. Cuenta la leyenda que Vasylia era una antigua paladina, valiente y tenaz, que participó en las feroces batallas que dieron pie a la creación del mundo en el que vivimos. Cuando, por primera vez, perdió, fue incapaz de admitir su derrota y se sumergió en un profundo sueño, en un alejado Palacio de Cristal. Hasta el día de hoy, aún sigue esperando su despertar, tras el que podrá iniciar una nueva guerra para destruir el mundo.

—¿También te lo contó Jegrand? —se sorprendió el hombre—. El libro es el mismísimo diario de Vasylia, lo que reafirma su existencia, al menos. Cuál de las dos versiones es correcta, si fue devorada o está dormida… No sabría decíroslo. A lo mejor simplemente está muerta y estamos todos tan grillados que vemos fantasmas.

—¡Espera! —le interrumpió Tyler—. ¿¡Conoces a Jegrand!?

—Me parece que he hablado de más —confesó el hombre—. ¿Qué os parece si vais cumpliendo vuestra parte?

—No, primero responde.

—Podrá contártelo de camino —intervino Sho—. Ya ha pasado demasiado tiempo. Las damas estarán preocupadas, y los guardias vendrán en breves.

Tyler, enfurruñado, rebuscó entre las llaves y probó varias en la cerradura hasta dar con la correcta. El hombre salió contento, satisfecho, silbando incluso.

—Un placer hacer negocios con ambos —fingió que se quitaba un sombrero invisible ante ellos—. ¿Hablábamos de Jegrand, no?

—Sí, y no esquives el tema. ¿Qué tienes que ver tú con Jegrand?

Comenzaron a retroceder por el camino que les había llevado hasta allí, subiendo las escaleras y haciendo memoria de los pasillos que habían recorrido anteriormente en aquel laberinto, mientras el hombre era más reacio a contestar.

—Podríamos haber coincidido, sí. Era un buen hombre.

—¡Eso ya lo sé! —se quejó Tyler, a punto de enzarzarse de verdad en una pelea con él, que no hacía más que esquivar el tema.

—Chico, ¿de verdad no se te ocurren cosas más importantes que preguntar? Por ejemplo, y ya que no va a salir de vosotros… ¿Queréis un último consejo? —sonrió, por última vez—. Sobre la rubia. O quien dice ser…

Sin embargo, no pudieron escucharlo al completo. Los pasos de más de una persona resonaron en el pasillo siguiente, bordeando la esquina y alcanzando el suyo, donde se colocaron en fila para bloquear su camino toda una guardia de Cambiantes. Tyler y Sho sacaron sus armas, mientras el ex encapuchado se cubría tras ellos.

Los habían descubierto. Y sólo tenían dos opciones: luchar o correr.





—¡Suéltame, escoria! —exclamó Alexia, quitándole al encapuchado la mano de su hombro.

—Tranquilízate, Alexia —le respondió—. Soy yo.

Se quitó la capucha, revelándose ante su compañera. Arthur. Por fin. La joven bajó la mano, la cual aún había mantenido en alto por si tenía que usarla sobre la cara de quien había creído su enemigo.

—¿Qué demonios haces aquí? ¿No habías perdido la carrera?

—No, no he perdido —Arthur sonrió—. Vaya confianzas tenéis en mí… Tampoco entiendo demasiado bien qué ha pasado. Sólo que uno de ellos me cubrió con la capucha en la recta final. Por eso también me parece raro que me hayan anunciado como el perdedor.

Alexia suspiró, dándole un golpecito con el puño en el hombro, lo justo para que le doliera.

—No vuelvas a preocuparnos de este modo, saltimbanqui —le soltó, aún molesta—. ¿Dónde está el resto de esa secta?

—Están…

Arthur señaló a un punto vacío, donde juraría que, momentos antes, se habían reunido la escuadra de encapuchados al completo, a excepción del perdedor. Pero ya no quedaba nada de ellos. Habían vuelto a desaparecer con el viento.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Capítulo 13

La carrera del Corpore Sano


Todo el grupo se abrió paso entre la multitud de criaturas que ocupada el inmenso comedor. Pese a que era su segundo día allí seguían sorprendiéndose de lo variopinto de la situación. Perros, pájaros, ratas, monos y conejos eran sólo ejemplos de la gran lista de especies parlantes que se agrupaban por doquier, pero ellos solo querían dar con dos de ellos. Stuart y Alfred estaban en alguna parte de la estancia dispuestos a responder todas sus preguntas. Pronto Tyler vislumbró las peculiares plumas de Stuart.

     ¡Allí están esos dos! —exclamó el moreno señalando a los dos únicos animales que conocían. Ambos se encontraban sentados tras una mesa que sólo sostenía un largo pergamino y una pluma mojada en tinta. Se habían dado tanta prisa en dar con ellos que no tuvieron que esperar cola para comenzar el interrogatorio.
     ¡Si son el grupo de saltimban… digo… de humanos! —se apresuró a corregir el ave. Sin embargo el grupo pudo oírlo perfectamente.
     ¡Excúseme! Pero aquí el único saltimbanqui es el joven Arthur –Sho no tardó en matizar aquella alusión, pero el resto decidió ir al grano.
     ¿De qué trata la carrera?
     ¿Podemos inscribirnos?
     ¿Qué información contiene La dama de Blanco? –ante la cantidad de preguntas la rata comenzó a agitar rápidamente sus patas para acallar al grupo.
     ¡Pardiez, cuánto alboroto! Vais a volver loca a esta pobre y sabia rata. ¿Por qué este inusitado interés? –Stella puso una mano sobre la mesa para adelantarse un poco a sus compañeros.
     Quiero inscribirme en esta carrera del Corpore Sano –todos miraron atónitos a la joven.
     ¡¿Cómo es que sabes sobre la carrera?! –exclamó Tyler. Pero la chica se limitó a cerrar los ojos de manera despreocupada.
     Puede que ya me lo hayan comentado
     ¡¿Y no les dices nada a los demás?! –Tyler estaba contrariado y extrañamente molesto.
     No hay razón para ponerse así. Os ibais a enterar de todos modos
     Pero estamos juntos en este viaje… –entonces recordó las discrepancias y problemas que daba mencionarse como grupo– … queramos o no
     Tyler tiene razón. Es raro que ocultaras algo tan importante como el libro del premio –añadió Arthur extrañado. Stella dejó escapar uno de sus famosos suspiros antes de contestar.
     Dejad de darle vueltas al tema. Yo hago lo que me da la gana. Estáis aquí ¿no? Además… no he ocultado nada. Simplemente no he sacado el tema –entonces fue Alexia la que avanzó apoyándose sobre la mesa y poniendo su cabeza a la altura de los animales.
     Dejando a un lado las tonterías… –comenzó a decir la chica, cortante, antes de dirigirse a los intelectuales –. Me gustaría que nos explicarais todo lo relacionado a la dichosa carrera
     Por favor –añadió Sho. Stuart y Alfred se miraron algo intimidados. La rata fue la primera en hablar, no sin antes aclararse la garganta con nerviosismo.
     B…bien. Como ha expuesto la jovencita de pajizo cabello, mañana se  celebra la carrera del Corpore Sano. Todos los años se lleva a cabo por estas fechas con el propósito de alimentar no sólo la mente, sino también el cuerpo –al ver la cara de incomprensión de los oyentes a excepción de Stella, Stuart se apresuró a aclararlo.
     La gran biblioteca de Lum junto con todas sus instalaciones ha sido y es una congregación de grandes intelectuales y sabios del mundo. El saber es algo muy valorado por estos lares, pero…
     … fuera de anteponer de forma magna la inteligencia sobre el físico, una vez al año se organiza esta carrera –continuó de nuevo la rata–. Bien estudiada tenemos la antigua cita mens sana in corpore sano, en pos de cultivar cuerpo y mente, así que en su honor coronamos a dicha carrera con el nombre de Corpore Sano –Alfred pareció satisfecho tras la introducción al ver que los humanos comenzaban a entender. Así que continuó con mayor seguridad–. Y respondiendo a las preguntas anteriores, la carrera no es convencional. Como podéis imaginaros aquí se hospedan genios en múltiples disciplinas, incluidos mecánicos e ingenieros. No es de extrañar que por consiguiente Lum posea maquinaria o inventos poco usuales en el resto del mundo, así que esta competición es a la vez la perfecta excusa para exponer cuán grande es nuestra materia gris
     ¿Significa eso que utilizáis mecanismos originales autóctonos? –quiso saber Sho. El animal asintió.
     Exacto. Los participantes deberán completar el circuito pilotando uno de nuestros vehículos especiales –entonces Tyler miró a Stella como si algo hubiera hecho clic en su cabeza.
     ¡Ahora lo recuerdo! Ayer antes de dirigirnos a las habitaciones te vimos subida en una especie de máquina, Stella. No solo estabas al corriente de la carrera, sino que ya has probado uno de los vehículos sin siquiera mencionarlo
     Te repito que hago lo que me da la gana. Ya te dije lo que pienso acerca de tu papel de líder, así que no creas que voy a atender tus regañinas. Pensaba presentarme y ganar la carrera, ya está. Fue fácil pilotar ese cacharro con ruedas
     ¿No pensaste que cuantos más participáramos, más posibilidades tendríamos de ganar el premio? –añadió Arthur.
     No hace falta. Pienso ganar
     Cuánta seguridad y autosuficiencia emana hoy la señorita Stella –ya resultaban normales los elogios de Sho–. Pero creo que el saltimbanqui tiene razón. En este tipo de situación hay que saber jugar cartas seguras
     Yo también pienso participar –sentenció Alexia. Desde luego que no iba a quedarse de brazos cruzados viendo cómo los demás competían­–. ¿Cuáles son los requisitos para participar? –esta vez fue Stuart el que se apresuró a responder.
     Como anunciaron con anterioridad, todo aquel que se encuentre en los brazos de Lum puede formar parte del Corpore Sano. Y como amantes del saber no albergamos fines lucrativos, la participación es gratuita. De hecho todo aquel que no posea vehículo propio podrá solicitarlo a la comunidad de ingenieros. Os repito que el fin es totalmente simbólico
     Genial entonces
     Tomad nota. Stella Arell…
     ¡Un momento! –cortó Sho inesperadamente. Todos le miraron mientras levantaba el índice en dirección a la pareja animal–­. Me es habitual lidiar y tratar con gente de modales e instituciones diversas. Independientemente de las metas de cada cual, no puedo pasar por alto la inusitada e, permítanme el atrevimiento, irrisoria organización de este evento –Alfred pareció apuñalado en el pecho por una espada invisible.
     ¡Habrase visto! ¿Cómo se atreve a cuestionarnos de semejante manera? –el resto del grupo, aunque no ofendidos, ciertamente atendían con curiosidad al rubio.
     No quiero buscarles las cosquillas y mucho menos ofenderles, pero respecto a la información que nos han facilitado ¿no cree usted que resulta sospechoso que una gran, única y algo jactanciosa familia de Lum lleve a cabo un gran evento deportivo con el único propósito de cultivar el cuerpo? Y no solo eso, sino que incluso cualquier extranjero inexperto puede aprovecharse de los lujos del lugar. Son unos requisitos demasiado vagos e irresponsables teniendo en cuenta el esfuerzo de los intelectuales hallados aquí. Y no es lo único sospechoso. ¿Pretenden hacerme creer que tras todas las facilidades, al ganador se le obsequia con un libro de supuesta importancia histórica? La pérdida resulta mayor que cualquier valor simbólico que queráis extraer del evento. ¿Dónde está el embeleco? –aquellas acertadas palabras parecieron ir abriendo una a una las bocas de sus compañeros. Con la excitación ninguno más había tenido en cuenta lo que en efecto eran unas cuestionables normativas. El dúo animal intercambió nerviosas miradas que Alexia antojó cómplices, así que se inclinó aún mas intimidante sobre ellos.
     Ya podéis ir soltando prenda, cerebritos. Empiezo a creer lo mismo que nuestro ricachón –la joven consiguió su propósito e hizo que tragaran saliva.
     ¡Stuart della Nidela jamás embauca! S… simplemente no me ha dejado terminar
     ¿Y bien…? –Tyler se añadió a la presión.
     ¡Por mi pico, les pido calma! Vais a hacer polvo la tensión de este pobre pato –entonces levantó una de sus plumas señalando el gran comedor donde se encontraban. Al seguirla con la mirada el grupo fue consciente de que ya no eran los únicos esperando inscribirse, sino que una pequeña cola se extendía tras ellos. Pero ignorando esa información el pato comenzó a explicar–. Ya lo anunciaron minutos atrás. Toda participación es libre y quien gane podrá disfrutar del señero contenido del libro La dama de Blanco. ¡Por mi pico que no miento! Todo es en honor a las agallas y destreza del ganador. No todo el mundo tiene el valor de jugarse la vida en algo así –la reacción de todos fue inmediata.
     ¡¿Jugarnos la vida?! ¿A qué se refiere? Ustedes mismos comentaron que no era demasiado complicado pilotar sus máquinas –opinó Tyler en primer lugar. Sho le acompañó de nuevo.
     ¿Qué resulta tan peligroso?
     Algo me dice que algo tiene que ver con ese final desafortunado del que hablaron antes –Arthur hizo por fin asentir al roedor.
     ¡En efecto! Ya les dije que no ocultábamos nada. Sólo unos pocos osan formar parte de esta carrera porque el que quede en último lugar será… –volvió a tragar saliva–… devorado vivo
     ¡Genial! Lo que nos faltaba –dijo Alexia con exasperación. Comenzó a dar pequeños pasos de frustración haciendo sonar sus altos tacones de aguja –. ¿Y no creen que ese tipo de información se debe decir antes que nada?
     Aquí es bien sabido ese detalle. Y por si no se ha dado cuenta, ahora mismo estamos respondiendo todas sus preguntas. No hemos hecho nada malo
     Maldita sea…
     A mí me da igual. Pienso ganar. Quien tenga miedo que no se apunte –dijo decidida su compañera rubia, aunque no tan sobrada como antes.
     ¡¿Quién ha dicho que tenga miedo?!
     ¡Chicas! –exclamó Arthur previendo lo larga que podía tornarse aquella conversación–. Lo primero es lo primero. ¿Qué hacemos?
Y así todos comenzaron a intercambiar opiniones sobre los pros y contras de su participación en el concurso, pero la decisión debían tomarla rápido para poder prepararse antes de la carrera. La más segura en sí misma era Stella, que mantenía su postura de participar y ganar el libro. Preguntaron por él, y parecía tratarse de un ejemplar de origen y autor desconocido que contenía información muy selecta acerca de una mujer con el pelo blanco como la nieve. El grupo se vio claramente atraído por sus características, pero les llevó un rato tomar una decisión teniendo en cuenta que podían morir intentando conseguir el preciado libro. Lo único seguro era que no podían dejar pasar aquella oportunidad. Al cabo de pocos y animados minutos Alexia volvió a dirigirse a los pintorescos animales.
     Apunte. Alexia De Tenebrae, Stella Arellanes y Arthur Lauper



Se acercaba la hora de dormir y la habitación de cinco camas se mantenía serena y acogedora. La decoración era muy rústica, de piedra acariciada por la tenue y ambiente luz que caracterizaba a Lum. Un aroma a incienso había comenzado a ocupar el espacio que separaba las dos únicas camas ocupadas.
Tyler y Sho habían evitado hablar más de lo necesario desde que se separaron del resto, ya que debían prepararse lo mejor posible para la carrera del día siguiente. La preocupación, excitación y posibles situaciones adversas no paraban de mezclarse en la cabeza del moreno. También repasaba las reglas del concurso recordando las explicaciones de Alfred: “El circuito consta de un tramo interior bajo las arenas rodeando Lum, y otro exterior bajo el sol del desierto. Todos los participantes deben pasar por los puntos indicados en este mapa, una fácil tarea desde que, hace tres años, se incluyeron esferas luminosas a lo largo del circuito para asegurar que ningún corredor se extravíe. Casi todo el recorrido es natural, por lo que está plagado de curvas y zonas escabrosas. Y por supuesto en pos de ayudar a los extranjeros, el circuito es diferente cada año. Como pueden imaginar, se proclamará ganador al primer concursante en pasar la línea de meta, siendo el último protagonista de un crudo final. Muchas gracias por su participación. Espero que disfruten de este gran evento y no queden en último puesto, jóvenes valientes”. Tyler quería hacerse con el libro, pero no podía evitar preocuparse por sus compañeros. Aun queriendo participar habían llegado a la conclusión de que lo más sensato era no participar todos, y aquellos tres eran unas buenas bazas, tenía que confiar en ellos. Pese a que a veces le sacaran de sus casillas consideraba que lo mejor siendo fugitivos era fortalecerse como grupo pesara a quien le pesara. Un grupo… en el que se tuviera el mismo fin y se contara con el resto. ¿Por qué Stella se había convertido de repente en una individualista? Nunca antes había tenido que preocuparse por ella. ¿Sería por la conversación que tuvieron en el faro acerca de su autoproclamación como líder? Pero él no se consideraba líder, solo velaba por…

     Deja de darle vueltas al coco. Opino que el saltimbanqui y las bellas féminas están lo suficientemente locos como para hacer un buen papel en la carrera –comentó Sho rompiendo el hilo mental de su acompañante. El moreno se incorporó e intercambió una mirada ausente con él.
     Sí… lo sé. Pero no puedo evitar ponerme nervioso ante la incertidumbre de lo que pueda pasar
     Muy comprensible en nuestra situación, pero mañana veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. Yo creo que si no gana la testarudez de las chicas lo hará la agilidad del acróbata
      Y en el caso de que no ganara ninguno dudo que fuera quedando en último lugar. Hemos hecho bien en no presentarnos todos o aumentarían demasiado las probabilidades de que uno tuviera algún accidente
     Yo seguro que habría hecho gala de una gran habilidad
     No te pases
     Envidias mi porte
     Más quisieras… –entonces la puerta se abrió de un golpe y dejó ver las caras de cansancio de Arthur, Stella y Alexia –. ¡Chicos! ¿Cómo ha ido?
     Ha sido interesante –contestó el primero. Mientras hablaba se dejó caer sobre su cama con las extremidades bien estiradas–. Y bastante divertido. A Stella se le ha dado muy bien –Alexia pareció algo molesta por no haber sido incluida en esa frase, pero Sho miró a la mencionada con orgullo.
     No había duda de que sería así –aduló, pero ella hizo caso omiso de sus palabras.
     Ya os he dicho que voy a ganar
     Eso ya lo veremos –objetó Alexia.
     ¿Y cómo son esas máquinas? ¿Habéis tenido algún problema al pedírselas a la comunidad de ingenieros?
     No muchas. Eran todos unos frikis y no paraban de cotorrear, pero nos han ayudado bastante
     Hemos estado practicando durante horas. ¡Estoy muerto! –añadió el acróbata–. Parece mentira que unos cacharros tan pesados puedan moverse a gran velocidad
     ¿Os veis con posibilidades de ganar? –Tyler no podía disimular del todo su preocupación, pero estaba bastante contento al ver la tranquilidad de sus compañeros.
     ¿Estás sordo? –desde luego Stella no estaba muy habladora desde que llegaron a Lum.
     Les haré morder el polvo –Alexia tampoco se quedaba atrás.
     Ya veremos mañana. ¡Lo que necesito es dormir! ­–opinó el que quedaba metiéndose entre las sábanas.
     ¿No vas a asearte un poco? –preguntó Sho con algo de recelo y desaprobación. Pero el silencio respondió sola a su pregunta–. Tú verás. Yo voy a ir a las duchas antes de acostarme. Si me permiten… no quiero importunarlas con preguntas en este momento. Estarán cansadas, damiselas
     Qué considerado… –dijo la morena, sarcástica. Entonces cogió uno de los albornoces y se aproximó a la puerta–. Pero supongo que haré lo mismo
     Qué pereza… –Stella la imitó. Y a los pocos segundos la habitación volvió a quedarse con la única presencia de dos personas: un Arthur sorprendentemente dormido y Tyler. El segundo miró el techo de la estancia y suspiró.
     Que todo salga bien…


La noche fue un suspiro para todos. El día se presentó con una gran agitación por parte de todos. Desde temprano los concursantes tuvieron que ultimar detalles antes de la carrera, por lo que Sho y Tyler volvieron a quedarse solos entre una masa de gente que se conglomeraba en uno de los múltiples altavoces desde los que se retransmitía la carrera en directo.
Por su parte, y casi sin darse cuenta, Arthur, Stella y Alexia se encontraban ya junto a sus vehículos en la línea de salida. Se notaban algo nerviosos, pero aun así les quedaba un margen de tiempo antes de que comenzara oficialmente la carrera. Un lagarto regordete y con potente voz estaba dando paso a la inauguración del evento. Y así comenzó a nombrar a los participantes.

     Los valientes e intrépidos que pondrán en juego sus vidas para conseguir la fantástica pieza La dama de Blanco y arrancarnos unos cuantos gritos serán… –hizo una pausa de efecto en los que se pudo oír el clamor de la gente–… ¡Tertium Variozza! Un joven cambiante al que hemos visto dando guerra durante los tres últimos años; ¡Agatha Blerphan! Cuyo hermoso cuerpo alado nos cautivó luciendo la medalla de plata el año pasado… –y así continuó nombrando un total de seis cambiantes antes de que Arthur notara cómo se le hacía un nudo en el estómago que pareció extenderse hasta Sho y Tyler, muy lejos de allí–. ¡Arthur Lauper! Que junto a las bellísimas Stella Arellanes y Alexia De Tenebrae conforman un trío de humanos que no ha dudado un segundo a la hora de luchar por nuestro fantástico premio. ¡Qué maravilla, señoras y señores! Con tan sólo un día de entrenamiento estoy seguro de que nos darán muchas cosas de que hablar. Como también lo harán… –los gritos aumentaron–… ¡nuestros cuatro invitados de honor! –aquellas palabras hicieron que el trío advirtiera la presencia de cuatro encapuchados a sus espaldas. A ninguno se le veía la cara y resultaba intrigante que no hubieran dicho sus nombres al igual que los demás, pero no podían distraerse con absurdas preguntas. Debían ganar, o al menos… no quedar últimos.

Durante los siguientes cortos pero interminables minutos el locutor fue dando indicaciones a los corredores para que se montaran en sus motos. Todas se encontraban en paralelo a la línea de salida y otorgaban una imagen intimidante. Trece máquinas a ruedas de diferentes tamaños comenzaron a rugir al son de sus jinetes. Los tres humanos lucían sorprendentemente cómodos y resueltos en sus casi recién adjudicadas motos, pero ni siquiera Stella podía eludir la presión del momento. El locutor levantó las manos, y desde su posición, Tyler y Sho pudieron escuchar claramente la cuenta atrás a través del gran altavoz.

     ¡En sus marcas!... ¡Preeeeeeeeparados! ¡¿Liiiiistos?! –en ese momento a Tyler se le vino a la cabeza la nítida imagen de Stella subida en una impresionante máquina, dispuesta a ganar a toda costa. ¿Sería esa su situación real?– ¡¡¡Ya!!! –incluso desde sus posiciones alejadas pudieron oír cómo en alguna parte de Lum los corredores habían salido a toda velocidad de la línea de salida. Sho, al igual que Tyler, esperaba con impaciencia los primeros comentarios sobre la situación en el circuito. No tardaron en resonar sobre el gentío–. ¡Muy bien! ¡Fabulosa salida de todos los participantes! –ambos respiraron aliviados–. Una rápida Ágatha se hace fácilmente con la primera posición, seguida por uno de nuestros famosos y misteriosos encapuchados. ¡Se encuentran muy cerca! Pero puede que pronto deban preocuparse por otro corredor… –las voces que comentaban la carrera parecían cambiar tras pocas frases, incluso intercalando voces femeninas y masculinas, por lo que pudieron deducir que había locutores en cada nuevo tramo del circuito para no perder detalle–… ¡No lo creo! ¡La señorita Arellanes avanza habilidosa pisándoles los talones a los ya mencionados! ¡Qué emoción, damas y caballeros! ¡¡Qué emoción!!­ –la pareja oyente estuvo a punto de darse un efusivo abrazo de no ser por los empujones que recibían en todas direcciones, a lo que dieron gracias cuando recordaron dónde estaban. Intentaron seguir atentos a cualquier mención a Arthur o Alexia –. No muy atrás de nuestros tres aventajados tenemos a Tertium, Alexia, Frank y Arthur, ¡seguro que piensan dar mucha guerra!
     ¡¡Vamos, chicos!! –animó Tyler levantando un puño como si de alguna manera pudieran oírle. Sho se mantenía animado, pero intentaba disimular una amplia sonrisa.
     ¡Espero que no me hagan ir allí a enseñarles cómo ganar en una competición!  –su ánimo fue mucho más sutil, pero Tyler lo captó y volvieron a estar expectantes a nuevos comentarios. Por lo visto pronto llegarían al primer cuarto de la carrera. Habían continuos cambios de posiciones, pero en la mayor parte del tiempo Stella rondaba los primeros puestos, Alexia un poco más atrás junto al tal Tertium, y Arthur era el más cambiante, ya que se movía de las medias posiciones a las últimas continuamente. Quizá tenía algunos problemas en controlar su vehículo, pero confiaban en que no fuera grave. Otro hecho que daba mucho que hablar era que los tres encapuchados misteriosos que faltaban se mantenían juntos en último lugar, sin cambio alguno. ¿Sería una táctica? Aunque desde luego por el momento no tenían que haberse preocupado por que alguno de sus compañeros estuviera en último lugar, y eso era lo más importante.
     ¡Bueeeno, bueno, bueno! ¿Qué ven mis ojos? ¿Estoy viendo una cabellera rubia ondular en primera posición? ¡Sí! ¡¡¡Sí, señoras y señores!!! ¡Nuestra novel y hermosa Stella se hace paso entre todos los corredores! No sé ustedes, ¡pero a mí esta chica hace que se me caiga el reloj de bolsillo! –sus compañeros exclamaron al unísono palabras de ánimo y elogios. Parecía que sí había posibilidades de ganar. Si sólo siguiera así…–… Tertium se acerca a Agatha, pero sus bellas alas emplumadas hacen contonear su moto y… ¡toma distancia de nuevo! ¡Este año las chicas pisan fuerte! Y… ¡Oh! ¡¡Ohh!! ¡Parece que un participante está a punto de salirse del circuito! Vemos que su moto ha comenzado a derrapar sin control, ¡¿quién es, quién es?! ¡¡El joven Lauper!! –Tyler y Sho sintieron la sangre bombear con fuerza sobre todo su cuerpo–. ¡Oh, Dios mío…! ¡Está a punto de caer por el risco! Va a… va a… ¡¡IIIncreíble maniobra de evasión!! ¡¡Arthur recupera el control y hace rugir de nuevo su mastodonte hacia sus contrincantes!!...
     ¡Vaya! Ese idiota me ha asustado por un momento –exclamó Tyler aliviado.
     He de reconocer que aunque sea un saltimbanqui del montón no me agradaría tener que lamentar su muerte. ¡Quién haría de bufón! Ah, bueno… –corrigió lanzando una mirada altiva sobre su compañero–. Sí que tenemos otro
     No empieces, pijo
     Cierto. No tengo ánimo para discusiones. Tengo que oír cómo proclaman ganadora a la preciosa Stella
     Eso espero… –pero Tyler recordó un detalle que aún le mantenía muy preocupado–. O al menos que Arthur se deshaga pronto del último puesto…

Y era verdad. Después del comentado accidente, los corredores comenzaron la segunda mitad exterior con Arthur en última posición. Deseaban escuchar algún cambio al respecto, pero, para bien o para mal, al llegar al último y desesperante cuarto del circuito, tanto Stella como Arthur seguían en los extremos de la carrera.

     ¡Vamos, joder! ¡No falta mucho para que la carrera finalice! –apremió el moreno.
     No está todo perdido –Tyler se sorprendió al atisbar en las palabras de Sho un intento de ánimo, pero no podía apartar la atención del altavoz.
     ¡Llegamos a los últimos minutos de esta espectacular edición del Corpore Sano! Con la joven Stella en primera posición y Arthur en la preocupante última. Pero no está todo perdido, pueden estar seguros –el comentarista siguió comentando más posiciones diferentes hasta que volvió a las primeras–. ¡Nuestro encapuchado casi puede besar el trasero de la moto de Stella! ¡Va a tener que vigilar muy bien sus espaldas si no quiere perder el control o su posición! Muy de cerca les siguen Agatha y… ¡¡Alexia!! ¡¡Pero cómo pisan estos humanos!! La joven consiguió deshacerse del pegajoso Tertium, que raramente se alejaba de ella. Por… ¿Qué? ¡¡Ah!! Queridos oyentes, ¡cambios importantes! Stella pieeeeeerde el primer puesto y se coloca en segunda posición. ¡La habilidad de nuestro invitado de honor misterioso es innegable! Pero puede que le gustara saber que ¡Uno de sus compañeros se encuentra ahora último, habiéndose deshecho Arthur del peso de la muerte! ¿Lo sentirá en sus hombros nuestro enmascarado? No lo sabemos, pero lo que sí cae sobre todos es el abrasante sol desértico. Puede que las arenas estén dando más de un problema a los corredores.
¡Pese a todo Alexia no tiene reparos en adelantar a nuestra rubia estrella! ¿Compañerismo o rivalidad? ¡Un buen espectáculo es lo que es! Se adelanta hasta pegarse al enmascarado número uno y… ¡¡No!! ¡Lo que ven mis ojos! Celosa de su compañera morena ¡¡Stella enviste la moto de Alexia y la hace retroceder hasta la cuarta posición!! ¡Desde luego quiere hacerse con el libro con sus propias manos! No faltan las sorpre…
     ¡¡Qué le pasa a esa descerebrada!!– Tyler no daba crédito. Tenía los ojos desorbitados y miraba a Sho buscando una segunda opinión
     A veces hay que jugar sucio para ganar, pero esto es ciertamente contraproducente. Si ella se posiciona en cabeza junto a Alexia tendríamos casi asegurado el premio. Qué ruda está resultando ser la chica
     ¡¿Ruda?! ¡Es una perfecta idiota! ¡Podría haber hecho caer a Alexia! – ¿por qué? ¿Por qué Stella se estaba comportando de esa manera? La creía más madura. No pensaba quedarse callado cuando acabara la carrera. Y entonces escuchó de nuevo el nombre de Arthur.
     …Arthur en la última posición tras un sorprendente sprint del trío enmascarado. Después de no haber dado mucho de qué hablar, unas llamas azules en los motores de sus vehículos están haciéndoles avanzar a toda velocidad ¡Incluso pasando a algunos corredores! ¿Llegarán hasta la primera posición? Puede que haya quien lo dude, pero yo ya me espero cualquier cosa de esta fantáaaastica edición de la carrera anual de Córpore Sano. El rezagado Arthur intenta aprovechar las curvas pero se encuentra a cierta distancia de Kretten, que va penúltimo. Desde aquí le damos todo el ánimo posible. ¡Pero miren! ¡Miren, miren, miren, miren lo que acaba de pasar! ¿Es una visión o es cierto? Aunque sea difícil de digerir ¡¡Tenemos al grupo completo de invitados de honor en primerísima posición!! ¿Qué estará sintiendo Stella en estos momentos? Seguro que quiere cortar unas cuantas cabezas. La velocidad de las motos del cuarteto es muy inusual. El mecánico que haya contribuido en esas maravillas se merece mis felicitaciones ¡¡Ya lo creo que sí!! Y así llegamos a la recta final. ¡¡¡¡Recta final!!!! –Tyler y Sho no supieron si era por el volumen extremo de los gritos del locutor, que Arthur fuera último o que ya vieran casi imposible ganar la carrera, pero ambos estaban petrificados. No podían más que esperar en silencio y nervios que un milagro les salvara de la situación–. Sintiendo no ser específico por la similitud de vestimenta, el cuarteto se mantiene en cabeza y casi con el oro en el cuello, mientras que Arthur debe rezar por no perder algo más que la carrera. ¡Atención! Pronto sabremos el nombre del ganad…. ¡¡¡OH!!! ¡¡Que alguien me haga la respiración boca a boca!! ¡Me quedo sin aire! ¡¡¡Sepan que la salvaje Stella, tras una flagrante y exitosa maniobra en zigzag ha hecho retroceder a uno del cuarteto de tal manera que ha provocado un accidente en cadena!!! ¡Accidente en ca-de-na! Tres de los cuatro encapuchados pierden el control y comienzan a girar violentamente. ¡Stella, Alexia, Agatha y Tertium consiguen esquivarles y continuar extrayendo el último rugido a sus motos! Las dos jóvenes humanas se posicionan a escasos metros del único encapuchado que les arrebata el primer puesto. ¡¡Y no solo eso!! Gracias al incidente triple ¡Arthur consigue deshacerse del último puesto a escasos segundos del final de la carrera! ¡¡¡¡Están llegando a la meta!!!! ¡¡¡Qué reñido primer puesto!!! ¡¡Ya llegan, un poco más y…. –Tyler sintió que el corazón se le apagaba–… Ya tenemos ganador!!!